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LOS 500 MIL VOTANTES QUE NADIE PUEDE EXPLICAR. Daniel Valencia. El Faro

Cuando falta un mes y medio para la primera elección de 2009, nadie sabe explicar a ciencia cierta por qué hay más potenciales votantes que salvadoreños en edad de votar. Es decir, por qué entre el padrón electoral y el censo de 2007 hay una brecha oscura.

Si solo fuera de atenerse a los números, habría cuatro municipios de El Salvador en los que no existen niños. Según el padrón electoral, en estos municipios las personas mayores de 18 años aptas para votar en 2009 son al menos tantas como la suma de los pobladores que registró el censo de población de 2007, más aquellas personas que a mediados del año pasado aún tenían 16 o 17 años.

Se trata de unas diferencias entre población votante y población total que no saben justificar los funcionarios encargados tanto de organizar las elecciones como del registro electoral y de otras bases de datos útiles para las elecciones presidenciales, legislativas y municipales del próximo año.

En Comalapa, Chalatenango, por ejemplo, el padrón electoral dice que hay 3 mil 65 votantes. Sin embargo, según el censo de población, realizado a mediados de 2007 y presentado en mayo de este año, ahí habitan 2 mil 996 personas. 69 menos que el total de votantes que dice el padrón que ahí hay. ¿Y los menores de edad?

El segundo caso con este fenómeno se da en La Vueltas, siempre en Chalatenango, en donde según el censo se registró una población total de 940 habitantes, pero según el padrón hay mil 68 votantes. ¿Y los menores de edad? Tampoco hay espacio para menores de 18 años en Mercedes La Ceiba, en el departamento de La Paz, cuya población es de 637 habitantes según el censo, pero según el padrón ahí hay 810 personas aptas para votar.

Y alguien podría decir que en un año la población aumentó lo suficiente como para marcas esas diferencias. Pero esa tesis no la maneja ninguna de las fuentes consultadas, ni estadísticas ni electorales, y solo se animan a especular con posibles explicaciones, como la migración.

En el caso de Arambala, Morazán, sucede algo parecido, pues de los mil 821 pobladores registrados hace un año, han surgido 2 mil 543 votantes. ¿Qué pasa con las cifras?

“No sé”, responde la registradora electoral Xiomara Avilés, cuando se le pide que explique las diferencias entre censo y padrón. “Yo te puedo responder por lo mío. Confío en el instrumento del registro electoral que viene amparado por el DUI, que a su vez viene amparado por la partida de nacimiento que fue obtenida en un municipio de este país. Y me amparo también en los mecanismos que me obliga la ley para vigilar este proceso, y aún más con lo que la auditoría de la OEA me obliga que haga”, añade.

En mayo de este año, el Ministerio de Economía dio a conocer las cifras del VII Censo de Población. Lejos de lo que todos esperaban -incluso la misma Dirección de Estadística y Censos-, resultó que la población en lugar de crecer y llegar a los 7 millones que decían las proyecciones, arrojó que somos 5 millones 744 mil 113 habitantes. Según el censo, 3 millones 422 mil 482 eran mayores de edad, y de esas, un poco menos -3 millones 265 mil 21- tenían DUI en el periodo de la consulta.

Un año más tarde, sin embargo, el Tribunal Supremo Electoral ordenó el cierre del registro electoral y la emisión del padrón electoral definitivo. Y según este documento, hay en el país 4 millones 226 mil 479 votantes. Las cifras entre votantes y población total no cuadran.

Suponiendo que la diferencia de 961 mil 458 estribe en quienes desde el año pasado tenían 18 años pero carecían de Dui, y en quienes en este lapso llegaron a los 18 años y están listos para votar en 2009, la distancia entre ambas cuentas se mantiene aún enorme. Cuando a la cifra del censo para mayores de 18 años se suma los jóvenes que en ese momento tenían 16 o 17 años (246 mil 389), y también los que ya tenían 18 años pero no habían obtenido su Dui (177 mil 461), la brecha se mantiene aún en 557 mil 608, y nadie sabe por qué.

¿De dónde salieron? o ¿adónde se fueron?

Miguel Ángel Corleto, el director de la Digestyc, también ha hecho sus cálculos y son muy similares a los que hizo El Faro. Él, sin embargo, incluyó en sus sumas y restas aquel número de población que no fue reflejada en el censo, y que según dice, ha sido tomada de cálculos certificados y avalados por el Centro Latinoamericano de Demografía y por el Fondo Mundial de Población de las Naciones Unidas.

Según Corleto, para 2008, el total de la población de El Salvador ha variado. Esto, según explica, porque hay un 5.7% de datos de omisión que no fueron contados en el censo ya fuera porque los demógrafos no encontraron a la población, o porque la población no dio la información a los encuestadores.

A este 5.7% se le llama error de omisión, y según Corleto, en él hay alrededor de 300 mil ciudadanos que no aparecieron en el censo. Retomando este dato, las proyecciones de censos anteriores, las estadísticas de natalidad, mortalidad y migración, según Corleto, la población de El Salvador anda este año en 6 millones 124 mil 705 habitantes. En esta población, según explica, hay 3.6 millones de habitantes con 18 años o más.

Para Corleto, quizá la principal respuesta para entender por qué no casan censo y padrón se da luego de contestar la más probable de las preguntas, en el mundo de las estimaciones: ¿A dónde se fueron?

“Se estima que entre 1992 y 2007 entre 900 mil y 1 millón de habitantes emigraron. Expertos del Fondo de Población de la ONU nos han ayudado a determinar una estimación de esa emigración entre 2001 y 2008, y tenemos que en ese lapso hay alrededor de 407 mil salvadoreños”, dice Corleto, al explicar que probablemente ahí esté parte de la explicación para la diferencia.

El padrón electoral es un instrumento que se alimenta de los datos que envía el Registro Nacional de las Personas Naturales (RNPN), institución que recibe toda la información de los centros de emisión del Dui. El padrón, por tanto, tiene información total de Duis entregados a partir del año 2001.

“Tenemos datos confiables que certifican esa cantidad de ciudadanos con Dui en todo este tiempo. No le puedo explicar qué pasa, únicamente suponer que son emigrantes, porque ambos instrumentos no son comparables”, dice el director del RNPN, José Guerrero.

“El dato más difícil de poder medir es justamente el de las migraciones. Es tan confiable como las fuentes de información que tenemos”, añade Guerrero, a quien luego de haber restado las emigraciones y las 89 mil 496 defunciones (que se supone se eliminaron este año del padrón), la diferencia entre padrón y censo se le reduce a 47 mil 92 personas.

“Puede ser más o puede ser menos porque el cálculo de las emigraciones es un estimado”, acota Corleto.

En cada elección, todos los partidos políticos se acusan mutuamente de hacer “movilización de votantes” para ganar la contienda en un municipio que les interesa. Cuando se compara censo y padrón en los 262 municipios, resulta que hay 12 municipios (junto a los cuatro citados anteriormente) en donde el patrón de conducta se aleja del resto. Son estos municipios los que ponen en duda, de nuevo, los datos del padrón.

Por ejemplo, en San Sebastián Salitrillo, Santa Ana, hay 3 mil 305 votantes menos si se compara la cantidad de ciudadanos mayores de 18 años con la cantidad de votantes inscritos (11 mil 273 contra 7 mil 968).

En Tonacatepeque, San Salvador, la diferencia entre mayores de edad (censo) y votantes (padrón) indica que hay 8 mil 786 votantes menos (ver recuadro). ¿Para adónde se fueron?

La registradora electoral tiene algunos mecanismos para identificar cómo se han movido los votantes respecto a 2004. Sin embargo, las cifras son inferiores a las de los municipios que aparecen con diferencias considerables en la comparación. Por ejemplo, en San Isidro Labrador, Chalatenango, en donde sólo aparecen 336 votantes (contra los mil 405 mayores de 18 años que registró el censo), resulta que han desaparecido mil 69 votantes. Pero para ese lugar, Avilés sólo tiene cambios de domicilio de 19 ciudadanos desde 2004 a la fecha, lo que no podría explicar el fenómeno.

“No sé qué pasa. Insisto, yo doy fe de Duis que tiene de respaldo una partida, una foto, etcétera. La depuración. Si te vas al tema central pero pudiese ser que tenemos muertos. Porque es difícil depurar muertos. Depuramos hasta donde pudimos porque la ley obliga a cerrar el padrón en determinada fecha”, dice Avilés.

Al cuestionarle si la diferencia entre censo y padrón es porque el padrón tiene cifras infladas, producto de (la mayoría de denuncias en cada elección: duplicados, extranjeros con documentos, identidades de fallecidos en manos de vivos), la registradora responde: “Si el alcalde hace eso tendría que tener mil ojos o mil cerebros para poder verificarlo ¿Por qué cuestionan al Tribunal en esto si nosotros tenemos un producto que viene de otro lado? ¿Por qué no cuestionan a la fuente, a las alcaldías, en donde están todos los partidos involucrados?”

El magistrado del FMLN en el Tribunal Supremo Electoral, Eugenio Chicas, está al tanto de la diferencia entre ambos registros y dice que le “alarma”. Pero cuando se le repregunta por qué hay que confiar en un solo partido cuando todos pudieran haber inflado las cifras (de una u otra manera en los municipios que gobierna), responde: “Todo mundo puede tener dudas. Nadie queda exento de dudas. Pero para someter esas dudas habría que tener control del registro y hoy por hoy, ¿quiénes tienen control del registro? Todos los partidos podrían ser sospechosos, pero el más sospechoso es quien tiene las llaves del registro, el control de los datos de los ciudadanos y del Dui”, dice, inculpando al partido Arena. El Faro intentó tener la versión del presidente del TSE, Walter Araujo, de Arena, pero este se excusó y suspendió la entrevista aduciendo problemas de salud.

Juan José Martel, ex magistrado del TSE y ahora miembro de la junta de vigilancia por el partido Cambio Democrático asegura que aún cuando la diferencia entre ambos registros es alta, podría responderse por las explicaciones que estiman los expertos: defunciones y migraciones.

Y, no obstante, tampoco descarta otras posibles explicaciones. “Pero podría ser que son extranjeros con Dui. ¿Por qué no? El problema con la diferencia entre los dos instrumentos es que no le da certeza y fidelidad al padrón. De un padrón de 4.2 millones de votantes tenemos que alrededor del 10% no se sabe de dónde ha salido. Eso llama la atención. Sobre todo porque en unas elecciones que se esperan cerradas, ese 10% podría hacer la diferencia”.

 

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