Blogia
PRO-EDUCART, UN MÓN MÉS JUST, SOLIDARI I EQUITATIU ÉS POSSIBLE!!

Así se censura el cine en El Salvador

Así se censura el cine en El Salvador

Trabajo de evaluación en la DEPRT en el edificio del Ministerio de Gobernación. Foto Frederick Meza

La Dirección de Espectáculos Públicos determinó en 2003 que el título de la película "Lucía y el sexo" podía ser insultante. El Faro escarbó en las entrañas de los dictámenes con los cuales se clasifica a las películas que consumimos. El sexo, la desnudez, la religión, la homosexualidad y hasta el lenguaje prosaico restan puntos a los filmes, aunque ahora, el nuevo gobierno, dice que quiere “reconceptualizar”, dado que el trabajo de censura se hace sin criterios técnicos.

Daniel Valencia Caravantes / Fotos: Mauro Arias y Frederick Meza  EL FARO. Publicado el 29 de Enero de 2010

El 10 de septiembre de 2007, la Dirección de Espectáculos Públicos (DEPRT) del Ministerio de Gobernación resolvió que la película Los Borgia se asemeja a una copa de cristal llena con unos fluidos “negativos” para la salud mental: sexo, asesinatos y desnudos completos femeninos. Pero quizá el principal pecado de la cinta fue mezclar todo lo anterior con la religión católica y con uno de sus jerarcas: el Papa Alejandro VI. Todo un cóctel que atenta contra la moral y las buenas costumbres que defiende la Dirección.

Sobre Los Borgia, una de las evaluadoras de la Dirección escribió: “Contiene una serie de valores negativos tales como incesto, orgías, desnudos completos femeninos, relación fuertemente sugerida, asesinatos, además de hacer una comparación entre el amor sagrado y profano; elementos que van en contra de la salud mental del espectador”, planteó en su resolución Ana Haydee de Lara.

Los Borgia no es ni la primera ni la última película extranjera que escandaliza a los ojos censores de Gobernación. Ni mucho menos la única que mezcla el tema del sexo con el de la religión. Así como pasó con la cinta de Los Borgia, la DEPRT clasifica las películas que pasan por las salas de cine salvadoreñas con unos parámetros que bailan al compás de la moral, las buenas costumbres, la religión y la subjetividad de los evaluadores: un grupo de sicólogos y comunicadores contratados para marcar las películas con la estampilla de “para todo público”, o para mandarlas a la casilla de “para mayores de 21 años”. En casos extremos en los que las cintas, a juicio de los evaluadores, atentan contra la salud mental de la población, estas son censuradas de forma total o parcial.

En la quinta planta del edificio de Gobernación, en San Salvador, un rimero de decenas de fólderes que registran la evaluación del material de cine entre 2002 y 2009 es una tentación para la curiosidad.

Ahí nos encontramos, por ejemplo, con Los Borgia, que recibió el tratamiento prescrito por la Constitución de la República, que receta la censura “conforme a la ley”. Esa ley es el reglamento para teatros, cines, radioteatros, circos y demás espectáculos públicos, creado en 1948, año en el que en la India mataron a Gandhi, en el que en Estados Unidos se inventó el transistor, en el que el vecino país de Costa Rica decidió abolir sus fuerzas armadas. Más de 50 años han pasado desde que se creó ese reglamento, y todavía hoy, en un nuevo siglo, sobre dicha normativa descansa el control de los espectáculos públicos.

Pero aunque Los Borgia no fue prohibida, sí se llevó la peor crítica de parte de los evaluadores, que todavía hoy -acepta y confirma la nueva directora de Espectáculos Públicos, Breny Massiel Herrera- trabajan bajo “subjetividades” propias de su formación y no bajo parámetros técnicos adecuados.

Y cuando las subjetividades emergen del interior de los evaluadores, la moral, la religión, el recato, e incluso la creencia en ciertas versiones de la historia –o incluso del mundo- pueden primar  para que se enciendan las antorchas de la inquisición contra lo profano. Por ejemplo, en la resolución de Los Borgia, la evaluadora planteó que la película solo muestra “el lado negativo” de la historia, “mostrando los pecados sexuales, sin disimulo” del papa Alejandro VI (1492-1503), el Papa que colocó a sus hijos en los puestos claves de la Iglesia Católica para sus propios fines. Según el dictamen, el filme tiene una doble intención y carece de equilibrio en el enfoque del personaje principal: “(…) Consagrando con ello que se despierte el morbo del espectador, acusando al pontífice de llevar una vida privada poco cristiana; no obstante, a Alejandro VI también se le reconoce por haber organizado un gobierno ordenado, con leyes justas y buena administración…”, escribió la evaluadora, que es comunicadora y periodista de profesión.

Los pecados del “sexo”

Hay una película que se evaluó en septiembre de 2003 cuyo solo nombre fue tema de debate. Por ejemplo, a juicio de la evaluadora, aunque su nombre lo sugería, “no es una película pornográfica”. Sin embargo, la cinta, “carente de escenas aberrantes, orgías o sadomasoquismo” fue enviada a la casilla de 21 años, que casi siempre le corresponde a las películas pornográficas evaluadas por la DEPRT.

Los pecados de "Lucía y el sexo", la película española protagonizada por Paz Vega, fueron dos: el primero, abordar de manera abierta y sin tabúes “muy al estilo del cine español”  la sexualidad entre hombres y mujeres. Y el segundo, su título.

“(..) considerando el título ‘Lucía y el sexo’ que puede sonar insultante en nuestro medio, tomando en cuenta que nuestra población no tiene la misma libertad y madurez emocional que sí tienen espectadores de este tipo de películas…”, escribió Melvi Lucía Anaya de Escalante, otra de las evaluadoras de la DEPRT.

¿Adónde están los criterios? Herrera, la nueva directora, acepta que no existen, y como no existen no hay una clasificación técnica para determinar qué tipo de sexo pueden ver quiénes en las pantallas de cine; o qué tipo o niveles de desnudez puede haber en las tomas, porque hasta ahora un desnudo es suficiente para que una película que sea apta en otros países para mayores de 12 años, en El Salvador vuele hasta la categorías de 18 o 21 años.

Regresemos a Lucía y el Sexo, que no era pornográfica, pero cayó en la casilla de 21 años con la siguiente advertencia: “Sugiriendo sea programada en horario nocturno, haciendo nota de parte de la empresa responsable que la publicidad no genere ninguna controversia al respecto. Es decir, que sea manejada su promoción de forma discreta. De lo contrario, esta Dirección se reserva el derecho de suspender su exhibición”.

Ahora leamos el dictamen de una película pornográfica, de esas que transmite el Cine Izalco, en el centro de San Salvador, elaborado por la misma evaluadora que calificó a Lucía y el sexo. El 20 de julio de 2005, Anaya determinó que la cinta “Young slut” es una película en donde “las relaciones de alcoba son de principio a fin, donde hombres y mujeres exhiben sus cualidades y habilidades en el plano sexual”. Luego, en su dictamen, dijo: “película de género erótico donde solo hay escenas de sexo. No se observan elementos aberrantes, como actos de necrofilia, zoofilia, etc”. ¿Clasificación? “Para mayores de 21 años”.

Pero en la cacería de anormalidades dañinas para la salud mental ni la pornografía se salva. Tiene sus límites. La película “Atletas anales”, por ejemplo, evaluada el 29 de septiembre de 2006, no pasó la prueba y fue “rechazada su exhibición”. ¿La razón? “(…) por tratarse de un material contraproducente para la salud mental del espectador, pues su contenido sugiere la práctica de conductas aberrantes, al observarse cómo a una fémina le introducen objetos en su ano y ella muestra complacencia (…) Hay abundantes escenas anales y esperma en los rostros de las mujeres participantes”.

La DEPRT considera que hay relaciones sexuales de todo tipo, incluso aquellas que quizá nunca hallamos oído mencionar. En sus archivos, la Dirección registra un tipo de relación sexual muy particular. En la película 8 Mile, protagonizada por el rapero Eminem, hay dos escenas de sexo sugeridas. La primera es entre Eminem y la fallecida actriz Brittany Murphy. La segunda es entre Murphy y un actor afroamericano. Veamos qué dijo la DEPRT sobre el filme: “La cinta posee (…) dos escenas de sexo sugeridas, propias de la comunidad popular que practica y gusta el género rapero en su máxima expresión al estilo Eminem…”, escribió Dina de Villatoro el 12 de febrero de 2003. La cinta fue clasificada para mayores de 18 años.

En el dictamen de 8 Mile aparece también otra contradicción en los criterios de evaluación del aparato censor. Como la película tiene en su música letras con un lenguaje “soez” y "erótico", “debido al imperante clima social convulsionado de nuestro país, no es bajo ningún punto de vista conveniente la asistencia de menores de edad con sus progenitores”.

En El Salvador, un menor de edad se entiende que es aquel que no ha alcanzado los 18 años. Pero si los jóvenes de 15 años no pueden ver 8 Mile, sí pueden ver, por ejemplo, la cinta Asesino en casa, estrenada este 2010, en un contexto en donde los homicidios se incrementan mes a mes. 

El fantasma de la homofobia

“Película que por su contenido de desviaciones sexuales, donde se visualiza a dos gays besándose…”. Ojo a la descripción "desviaciones sexuales". ¿Cuál película cree que fue evaluada de esta forma? ¿Brokeback Mountain (2006), Hush! –traída por la embajada de Japón en 2005- o Milk (2009)?

La exposición en pantalla de relaciones entre personas homosexuales es otro de los fantasmas que desvelan a la DEPRT. Cuando dos actores hacen las veces de homosexuales y se besan o se tocan o se desnudan en pantalla, la cinta de manera obligada irá a parar a la casilla para mayores de 18 o 21 años.

Veamos dos ejemplos. Brokeback Mountain, de Ang Lee, la película que narra la historia de amor entre dos vaqueros de Wyoming, Estados Unidos, tiene el siguiente dictamen: “En su contexto general solo el tema central de la misma es generador de algunas controversias, considerando que nuestra sociedad es extremadamente conservadora de principio y normas morales”.

Ahora, leamos el argumento, según la evaluadora, de la cinta: “(…) descubren que su sentimiento afectivo es mutuo, que no pueden vivir el uno sin el otro y violentando todas las normas y las reglas en el plano sexual…” Ojo con la precisión del comentario, "violentando todas las normas y las reglas en el plano sexual", pues el dictamen no alude a alguna normativa o instructivo específico sobre cómo deben ser las relaciones sexuales.

Tres años después, apareció en las salas de cine otra cinta cuyo contenido toca el tema de la homosexualidad. Milk, que narra la historia del activista y político estadounidense Harvey Milk, que defendió los derechos de la comunidad gay en San Francisco, Estados Unidos, tiene el siguiente análisis de la actuación de su protagonista: “Película muy bien adaptada su contenido y donde el famoso actor Sean Penn logra una magistral actuación, misma por la que es criticada por las escenas en donde se observa besándose con el mexicano Diego Luna”.

El comentario en el inicio de este bloque de texto corresponde a Hush!, del director Ryosuke Hashiguchi, y que narra la historia de una mujer que quiere quedar embarazada de un hombre que abiertamente se declara homosexual.

Al preguntarle a la nueva directora de la DEPRT sobre estos criterios, que todavía están presentes en el nuevo gobierno –Milk, por ejemplo, se evaluó en agosto de 2009- ella se distancia de las “subjetividades” de sus subalternos y se compromete a erradicarlas. “Yo no quiero subjetividades”, dice. Según Herrera, la DEPRT está poniendo sus barbas en remojo para definir nuevos criterios, esta vez técnicos, para controlar qué podemos ver, según rangos de edad, en las salas de cine.

Herrera plantea que lo que la DEPRT busca proteger es, sobre todo, la salud mental de los menores de edad, y de ahí la importancia de la clasificación. Para el sicólogo Boris Barraza, actor y director de teatro, esta reconceptualización de los criterios técnicos quedaría obsoleta si no se cambia a los evaluadores. “Estas personas tendrían que cambiar por completo su manera de pensar, reconceptualizar su visión de mundo para poder aplicar estos nuevos criterios”, dice.

Barraza incluso critica que la DEPRT sea más estricta con los temas de contenido sexual que con aquellas cintas que promueven violencia. “El aprendizaje vicario dice que uno hace un modelaje de lo que escucha, ve, lee. La constante exposición a cierto tipo de imágenes genera un patrón conductual en el individuo”, dice.

“Y no hablemos de censura. Hablemos de un tema que se necesita debatir. ¿En un país tan violento como este, es sano que nuestra juventud esté expuesta a Saw y sus secuelas?”, añade.

En México, que tiene unas de las industrias cinematográficas más importantes de Latinoamérica, hay un “acuerdo” creado por la Secretaría de Gobernación en 2002, en donde se establecen los criterios específicos para definir qué puede ver los niños menores de 7 años, todo público, 12, 15, 18 y 21 años.

En México, a diferencia de El Salvador, un desnudo no es sinónimo de afectación mental para menores de 12 años, por ejemplo, que entran en la categoría de “todo público”. “Los besos, abrazos y caricias son en un contexto afectivo o amoroso. Puede haber algún desnudo, pero no es en un contexto erótico ni humillante, no es frecuente, es breve, no es detallado ni exhibe genitales de los actores”, define este apartado de la ley.

En El Salvador, el apartado para todo público del reglamento solo define lo siguiente: “En este rubro se consigna aquel material que por su valor cultural, científico, deportivo, educativo, ecológico, recreativo y otros podrán ser apreciados por cualquier persona no importando la edad”. Así de amplio.

Herrera dice que esos vagos criterios serán cambiados por otros con mayor especificidad a la hora de delimitar qué podemos ver en las pantallas de cine, y plantea que es válido censurar –o editar partes no aptas para el público- cuando se busca que una cinta sea vista por menores de edad. De ahí para arriba, asegura, todo podría circular, aunque no se compromete a declarar que nunca censurarán ninguna película.

Ahora solo falta esperar los nuevos criterios de evaluación, que según Herrera se harán públicos tanto para radio como para cine y televisión. ¿Habrá un cambio o se seguirá viendo a Lucía y el *** cómo algo escandaloso? ¿O se intentará, de nuevo, como pasó en 2005, cambiarle el nombre a películas como La puta y la ballena por “La meretriz y el cetáceo"?

“¿Intentaron cambiarlo? No sabía. Pero si así se llama, ja, ja, ja, ¿por qué le vamos a cambiar el nombre?”, dice Herrera.

0 comentarios